Un padre tenía tres hijas
más bonitas que la plata,
y la más rechiquitita
Bergardina se llamaba.
Bergardina se pasea
por una sala cuadrada
con gargantilla de oro
y el pelo que le arrastraba.
Estando un día comiendo,
su padre la retrataba,
y le dijo: -Bergardina,
tú has de ser mi enamorada.
-No lo permita Dios, padre
ni la Virgen consagrada.
-Vengan pronto los criados
y a Bergardina encerrarla
en un cuarto muy profundo
que en este palacio haya.
Ella se metió pa dentro
con las lágrimas saltadas,
con lágrimas de sus ojos
todo el cuarto lo regaba.
-Y si pide de comer,
dadle carne muy salada,
y si pide de beber
dadle zumo de retama.
Al otro día siguiente
por un balcón se asomaba
y vio a sus dos hermanitos
jugando al juego de damas.
-Hermano, por ser mi hermano,
dame una poca de agua,
que tengo más sed que hambre
y a Dios le entrego mi alma.
-Calla, puerca, deshonesta,
cochina, desvergonzada,
que no quisiste cumplir
lo que el rey padre mandaba.
Al otro día siguiente
por un balcón se asomaba
y vio a su madre venir
peinándose puras canas.
-Madre, por se' usted mi madre,
dadme una poca de agua,
que tengo más sed que hambre
y a Dios entrego mi alma.
-Hija de mi corazón,
la diera de buena gana,
pero si padre se entera
el pescuezo me cortara.
Al otro día siguiente
se asoma en otra ventana
y vio a su padre sentado
en sillón de rica plata.
-Padre, por se' usted mi padre,
dadme una poca de agua,
que tengo más sed que hambre
y a Dios entrego mi alma.
-Vengan pronto los criados.
y a Bergardina con agua,
unos con jarros de oro
y otros con jarros de plata,
y aquel que llegue primero
con Bergardina se casa.
Y en llegando todos juntos
allá la encuentran postrada:
Bergardina estaba muerta,
los ángeles le cantaban
con clarines y guitarras
y al Cielo se la llevaban.
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