Dios te salve, aurora bella,
Madre de Dios y consuelo,
amante y querida esposa
del Espíritu Supremo.
Hija del Eterno Padre,
Madre del Divino Verbo;
salve, admirable Sagrario,
puro, hermoso y bello Templo
de la Trinidad Divina.
Criada del Ser Eterno,
concebida sin la mancha
de nuestro padre primero.
¡Oh, dulcísima María,
Sacra Emperatriz del Cielo,
a ti, Señora, rendidos,
pedimos presas y presos
que nos miréis con piedad,
con amor benigno y tierno!
Alivia nuestras prisiones,
dadnos, Señora, el consuelo,
que de tu amor lo esperamos
y todo por ti lo hacemos:
serviros en esta vida
y alabaros en el Cielo.
Digamos: ¡Ave, María!
para que tiemble el Infierno.
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