Al salir el Sol dorado
esta mañana te vi,
cogiendo, niña, en tu huerto
matitas de perejil.
Para verte más de cerca
en el huerto me metí,
y sabrás que eché de menos
mi corazón al salir.
Tú debistes encontrarle,
que en el huerto le perdí;
dámelo, perejilera,
que te lo vengo a pedir.
Dámelo, perejilera,
que te lo vengo a pedir;
tengo el pollo en la cazuela
y me falta el peregil.
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