Virgen

VIRGEN DE LOS MILAGROS

Virgen de los Milagros, Señora de este Puerto,
para todas las nobles singladuras abierto.
Puerto que goza todos mis respetos de hombre,
entre otros mil motivos porque lleva tu Nombre:
deja que a tus pies, Madre, llegue, y mi mano diestra
este canto de eleve de mi fervor en muestra.
Solo una cosa, ¡oh, Madre!, me acongoja al cantarte:
no es mi sombra de audacia, ni mi falta de arte.
No es que por ser yo hijo de la vieja Castilla,
en cuya burda estética son parcos los vergeles,
no pueda yo llevarte, Divina Maravilla,
para alfombrar tus plantas, manojos de claveles.
No es que me sienta extraño en esta ciudad bella
ya que mis ascendientes vieron la luz en ella.
Es, ¡ay!, que la pureza de los santos me falta.
Mi vivir es humilde, y es tu Vida tan alta,
que temo que las cumbres de tu celeste Rango
manchen, sin yo quererlo, los limos de mi fango.
¡Ay quien, para probarte tu férvido cariño,
tuviese, Madre mía, la candidez de un niño,
esa inocencia angélica, que es caricia y es vuelo!
Yo, para hacer el canto de tu Vida en el Cielo,
si ese candor tuviese, mi pluma mojaría
en las pálidas tintas del despuntar del día.
Y cuando terminase la aurora primorosa,
seguiría mojando mi pluma en una rosa.
Y si rosas no hallara, por mi mala fortuna,
en los cándidos rayos de la luz de la Luna;
y en las hojas de púrpura de la encendida Puesta;
y en la brisa que pasa, meciendo la floresta;
y en el mar de tu Puerto que remansa su brío,
tras de rizar las linfas cristalinas del río.
En todas las Purezas que en la Tierra encontrara
mi pluma mojaría para ensalzar tu cara;
tu cara pura y bella, como no hay otra alguna,
que envidian brisa, y rosa, y aurora, y puesta, y Luna.
Mas como soy un hombre y el pecado me ronda
sólo puedo ofrendarte mi devoción más honda,
mi devoción humilde, mi devoción tranquila.
¡Dame la Paz, oh Madre, que reina en tus pupilas!
¡Piensa que no eres sólo Faro de esa ribera!;
¡que eres sol, faro y guía de la Nación entera!
¡Mira, pues, por mi Patria, cólmala de mercedes!
Piensa que a todas horas su fervor te acompaña;
del piélago del odio levántala en tus redes;
y Tú, que haces Milagros, Tú que todo lo puedes...
¡pídele a tu Hijo amado la ventura de España!

Javier de Burgos y Sarragoiti

No hay comentarios:

Publicar un comentario