El Amor

¿Qué entiendes por amor? -díjome un día,
la mirada bajando ruborosa
una amiguita mía,
que ha robado carmines a la rosa
para teñir su rostro, en que podría
anidar la  más bella mariposa.

Amoscado y perplejo,
por tratarse de asunto tan complejo
para un joven cual yo, sin experiencia
en esa del amor divina ciencia,
respondíla no sé qué disparate,
impropio, según ella,
de un soñador romántico, de un vate,
que vive cada noche en una estrella.

Hoy que tengo, por cierto,
ser en tan gran cuestión un gran experto,
dedico la respuesta más concreta,
aunque indigna, tal vez, de un gran poeta.

El amor, dulce amiga,
diga la clerigalla lo que diga,
que a reglas se sujeta o a contrato
firmados por el juez o por el cura,
es un amor de pobres mentecatos;
flor de anemia crecida en la basura,
expelida por frailes y beatos.

Con lástima contemplo
a los seres que marchan hacia el templo
donde se adora a un Dios fiero y tirano,
símbolo de la humana picardía,
para ser bendecidos por la mano
de un granuja que invierte todo el día
en pellizcar, de modo muy cristiano,
las nalgas de las hijas de María.

Amar a plazo fijo,
cual se cobran las letras de comercio,
o se cubren las yeguas de un cortijo,
es la moral que impone el mundo necio;
moral que yo desprecio,
como futuro padre y como hijo.

Natura jamás quiso
que el hombre para amar pida permiso;
de leyes el amor no sabe nada;
indómito y rebelde, sin segundo,
nace al tibio calor de una mirada,
y culmina en un chico rubicundo
que llora por harina lacteada.

Natura dice: Ama,
y obediente la carne a su mandato
se entrega al ser querido sin recato
impropio del amor, que cuando inflama
una pasión ardiente nuestro pecho,
cualquier trozo de tierra es blando lecho
y dosel perfumado cualquier rama.

El amor tiene alas:
se adorna cual las aves con las galas
que, espléndida, le dio naturaleza;
en matices compite y en belleza
con todos los felices moradores
(que son insectos, pájaros y flores)
del reino de la luz y la armonía;
es, pues, necia, ridícula manía,
someterle al absurdo y vil dominio,
a la injusta y odiosa tiranía
de aquellos que fundaron su valía
en una sed brutal de predominio.

Tal es, dulce amiguita,
la opinión que al amor tengo formada;
por si la forma escueta en que está escrita
se te figura un tanto exagerada,
conjúrote a que tengas bien en cuenta
que a la verdad se infiere grave afrenta
si no va de artificios despojada.

Y si algún día sientes
los ardores febriles e impacientes
de un deseo de amor insatisfecho,
no dejes que se apaguen en tu pecho
los tizones del fuego sacrosanto;
ama sin vacilar, que cuando en llanto
vio bañada Jesús a Magdalena,
no la impuso castigo ni condena,
¡porque era una mujer que amaba tanto!

José Miranda de Sardi

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